En 1807, Sor Rosalía, con emoción y con una profunda alegría, rodeada de las Hermanas de su comunidad, se compromete por medio de los votos al servicio de Dios y de los pobres.
“Los pobres notaban su modo de rezar y de actuar”, dice una de sus compañeras. “Humilde en su autoridad, Sor Rosalía nos reprendía con una gran delicadeza y tenía el don de consolar.
En su tumba sencilla, hay una gran cruz, en cuya base están grabadas estas palabras: “A Sor Rosalía, sus amigos agradecidos, los pobres y los ricos”.
¡Agradezcamos a Dios, los ejemplos de nuestras Hermanas!
Ojala pudiera imitarla. No tengo el valor, pero vosotras, las Hijas de la Caridad sí que lo manifestáis.
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